Tú, que pones en nuestros labios
los tesoros de tu palabra.
Enciende con tu luz nuestros
sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece nuestra débil carne,
Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé Tú mismo nuestro guía,
y puestos bajo tu dirección,
evitaremos todo lo nocivo.
Por Ti conozcamos al Padre,
y también al Hijo;
y que, en Ti, Espíritu de
entrambos,
creamos en todo tiempo.,
Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos infinitos. Amén.
V. Envía tu Espíritu y serán
creados.
R. Y renovarás la faz de la
tierra.
Oremos.
Oh Dios, que has iluminado los
corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo; haznos dóciles a tu
Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
BAYEU Y SUBÍAS, FRANCISCO
Consagración de la Familia al Espíritu Santo
¡Oh Dios Espíritu Santo! Postrados ante tu divina majestad,
venimos a consagrarnos a Ti con todo lo que somos y tenemos.
Por un acto de la omnipotencia del Padre hemos sido creados,
por gracia del Hijo hemos sido redimidos, y por tu inefable amor has venido a
nuestras almas para santificarnos, comunicándonos tu misma vida divina.
Desde el día de nuestro bautismo has tomado posesión de cada
uno de nosotros, transformándonos en templos vivos donde Tú moras juntamente
con el Padre y el Hijo; y el día de la Confirmación fue la Pentecostés en que
descendiste a nuestros corazones con la plenitud de tus dones, pera que
viviéramos una vida íntegramente cristiana.
Permanece entre nosotros para presidir nuestras reuniones;
santifica nuestras alegrías y endulza nuestros pesares; ilumina nuestras mentes
con los dones de la sabiduría, del entendimiento y de la ciencia; en horas de
confusión y de dudas asístenos con el don del consejo; para no desmayar en la
lucha y el trabajo concédenos tu fortaleza; que toda nuestra vida religiosa y
familiar esté impregnada de tu espíritu de piedad; y que a todos nos mueva un
temor santo y filial para no ofenderte a Ti que eres la santidad misma.
Asistidos en todo momento por tus dones y gracias, queremos
llevar una vida santa en tu presencia.
Por eso hoy te hacemos entrega de nuestra familia y de cada
uno de nosotros por el tiempo y la eternidad. Te consagramos nuestras almas y nuestros
cuerpos, nuestros bienes materiales y espirituales, para que Tú sólo dispongas
de nosotros y de lo nuestro según tu beneplácito. Sólo te pedimos la gracia que
después de haberte glorificado en la tierra, pueda toda nuestra familia
alabarte en el cielo, donde con el Padre y el Hijo vives y reinas por los
siglos de los siglos.
Así sea.
MAÍNO, FRAY JUAN BAUTISTA
Oración de San Agustín
Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría: dame mirada y oído interior para que no me apegue a las cosas
materiales, sino que busque siempre las
realidades del Espíritu. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de amor: haz que mi corazón siempre sea capaz de más caridad. Ven a mí, Espíritu Santo, Espíritu de verdad: concédeme llegar al conocimiento
de la verdad en toda su plenitud. Ven a mí, Espíritu Santo, agua viva que lanza a la vida
eterna: concédeme la gracia de llegar a contemplar el rostro del Padre en la vida y en la alegría sin
fin. Amén.
Salve, Madre soberana del Redentor, puerta del cielo siempre
abierta, estrella del mar. Socorre al pueblo frágil, que intenta levantarse.
Tú que para asombro de la naturaleza engendraste a tu Creador,
virgen antes y después del parto, que recibiste aquel saludo de la boca de
Gabriel, ten piedad de nosotros.
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se
recrea, en tan graciosa belleza. A ti celestial princesa, Virgen sagrada María,
te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes,
Madre mía.
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a vos; y
en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi
lengua, mi corazón: en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, oh
Madre de bondad, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían
de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, éste ha sido
destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de
contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se
descubran los pensamientos de muchos corazones”. (Lc 2, 22-35)
Primer
dolor: la profecía de Simeón
Segundo
dolor: la huida a Egipto
Tercer
dolor: Jesús perdido en el Templo
Cuarto
dolor: María encuentra a su Hijo camino del Calvario
Quinto
dolor: Jesús muere en la Cruz
Sexto
dolor: Jesús es bajado de la Cruz y entregado a su Madre