Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se
ha oído decir
que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección,
implorando
vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro,
haya sido
desamparado.
Animado por
esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre,
Virgen de las vírgenes!,
y gimiendo
bajo el peso de mis pecados
me atrevo a
comparecer ante vuestra presencia soberana.
¡Oh Madre de
Dios!, no desechéis mis súplicas,
antes bien,
escuchadlas y acogedlas benignamente.
Amén.
Foto Fran
Granado/franciscogranadopatero35
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
La Madre de las Angustias, te guarde por siempre.